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Ramón León (MonTattoo): "Los que nos dedicamos a esto, estamos expuestos a la opinión pública y a que nos juzguen"

Ramón León (MonTattoo): "Los que nos dedicamos a esto, estamos expuestos a la opinión pública y a que nos juzguen"

Firma: Ester Pérez Quiroga

Ramón León lleva el arte en las venas o, mejor dicho, en la piel. No sólo por la familia de artistas a la que pertenece, sino por su trabajo como tatuador. Los pinceles lo han acompañado toda su vida pero hace cinco años los cambió por la aguja y en 2016 abrió Montattoo, el estudio que se ha convertido en lugar de referencia para los amantes del tatuaje realista.

Siempre has dibujado y pintado, pero la piel es un soporte diferente. ¿Qué tienen en común ambas disciplinas?

La técnica de pasar del pincel a pinchar una piel no tiene nada que ver. La base del tatuaje es el dibujo, digan lo que digan. Yo voy a muchísimos seminarios, siempre estoy formándome de todo, estoy en la web, con amigos… y todos decimos lo mismo. También depende del estilo al que te quieras dedicar. Si haces miniaturas, nombres o cosas pequeñas, es posible calcarlo, pero yo me dedico más al realismo. En este estilo, si no dibujas, no puedes meter sombras, hacer los claroscuros, los contrastes, las luces para hacer los volúmenes. Lo mismo para “old school”o “new school” que haga color. Esa mezcla de la gama de colores es muy difícil si nunca has dibujado. Se puede aprender, sí, pero es mucho más complicado. Yo llevo viendo arte en casa toda la vida. He pintado muchos óleos, acrílico, paredes con aerógrafo. No es lo mismo el pincel que una aguja, es verdad, pero ahí está la técnica. Eso tampoco se aprende de un día para otro. Hace falta experiencia. Cada persona es diferente, cada piel es un mundo. No es calcar el dibujo en el cuerpo, coger la aguja y ya. Hay que ser consciente de lo que se está haciendo. No tiene nada de fácil pero es muy bonito. A mí me encanta mi trabajo. Yo siempre digo que no vengo a trabajar, me siento un privilegiado.

 

¿Qué es lo mejor de ser tatuador?

Lo mejor es conocer gente. Es una profesión muy cercana y acabas intimando porque el que viene una vez se va contento vuelve. Y si vuelve una vez, dos, a la tercera ya es tu amigo. Aquí he conocido a muchísimas buenas personas. Cuando empecé no quería limitarme a un determinado tipo de clientes. Tengo clientes que son jueces, abogados, empresarios… No hay un prototipo. Viene todo tipo de gente, desde la señora de 72 años que viene a hacerse un tatuaje por primera vez, pasando por moteros, hasta una chica de 16 años que vino con su madre para su primer tatuaje. Estoy contento porque conseguí ese objetivo de abarcar todo tipo de clientes.

 

Ahora mismo estamos mucho más concienciados con el tema de la desinfección, pero los estudios de tatuaje siempre han tenido mucho control en las medidas higiénicas.

Las infecciones tienen mucho que ver con el cliente. El usuario se tatúa en un estudio donde está todo desinfectado, todo el material es desechable y con todas las medidas de higiene. Un tatuaje no sale infectado de un estudio. Cuando se van tienen todas las indicaciones de la cura en un folleto. Si después se van a la playa o hacer limpieza en su casa, pues… Una vez una chica se hizo uno pequeño en la mano

y al marcharse se dejó una bolsa. Se la llevé a la puerta de su casa al día siguiente y cuando se acercó a recogerla olía mucho a lejía. Al preguntarle, me dijo que estaba limpiando el baño. Sin guantes ni nada. Claro, se le infectó el tatuaje. Un tatuaje es una herida abierta y si no la cuidas no va a quedar bien. De aquí, y rompo una lanza a favor de todos los compañeros, una persona sale con todas las normas de higiene. Hay algunos clientes que son honestos y otros te quieren echar la culpa, pero se nota quién las ha seguido y quién no, porque yo sé cómo tatúo, cómo cura, cómo cicatriza.

 

Las redes sociales dan a conocer el trabajo de artistas a un público mucho más amplio. ¿Ha cambiado la relación con el cliente?

Todos estamos expuestos a la opinión pública y todo el mundo te juzga. Estoy en Instagram y Facebook y hay a quien le encanta mi trabajo y a quien no, pero eso ya es cuestión de gustos. Antes era más fácil decir “qué bueno es”. Hace 15 años la gente no sabía de tatuajes. Estaba el catálogo con los dragones puesto en la puerta del estudio y decías “ponme este”. Con las redes sociales, la gente sigue a los artistas y entiende mucho más. Saben cuándo un tatuaje está mejor hecho, conocen los estilos y tendencias. Como profesional, tienes que estar al pie del cañón. Cada vez hay más tatuadores también pero yo con mi estudio estoy muy contento. Viene incluso gente del Campo de Gibraltar, que aprovechan y pasan el fin de semana aquí. Ahora que se acerca el verano y se destapa el cuerpo es cuando más gente viene a tatuarse, aunque no debería ser así, porque no debe exponerse el sol.

Ahora ya no se escoge un dibujo del catálogo. ¿Cómo es el proceso de diseño?

Lo normal es que todo el mundo quiera su diseño personalizado. Con las nuevas tecnologías es más fácil, sobre todo en el estilo realista al que yo me dedico. Si alguien quiere un león con flores, antes había que inventarlo de cero, dibujarlo y, si al cliente no le gustaba, había que borrarlo y empezar de nuevo. Hoy se hace la composición directamente y se personaliza a través de la tecnología. En internet busco dos millones de leones como referencia, aunque intento no hacer lo mismo nunca. Si al cliente no le gusta la flor, por ejemplo, buscas y buscas y la cambias hasta que está de acuerdo. Gracias a la tecnología es más sencillo. También avanzan mucho la industria y los materiales, como los pigmentos. Cada vez hay más laboratorios con cremas específicas de tatuaje, con productos para las curas y para el mantenimiento. Todo esto va avanzando y el tatuaje queda mejor y dura más.

 

Ese estilo realista es tendencia y atrae a mucha gente. ¿Los clientes vienen con las ideas claras o se dejan aconsejar?

Hay gente que viene con incertidumbre. A lo mejor saben que quieren algo en el brazo pero no saben el qué. Yo siempre les digo en broma: “Hazte una calavera, que esta chulísima”. Entonces se echan para atrás y dicen: “No, no, las calaveras no me gustan”. Entonces ya tenemos por dónde empezar. Yo hago lo que quieran. Hago el diseño y le damos mil vueltas hasta que lo tengan clarísimo, pero me tienen que dar un tema. Si me dice que le gustan los coches, pues ya partimos de ahí. Después viene mucha gente con las ideas muy claras, los sitios muy claros y no hay forma de moverlo. Si yo veo que algo va a quedar regular, lo aviso, pero si insisten en que es lo que quieren, ahí ya está la psicología del trabajo. Hay gente a la que se le va muchísimo pero, al fin y al cabo, si que es lo que quieren, pues tiro para adelante.

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La psicología y saber tratar al cliente es una parte fundamental de un negocio. ¿Cuál es tu filosofía de trabajo?

Cuando alguien entra por la puerta siempre intento empatizar con esa persona. Intento que se sienta a gusto. Cuando entran a hacerse un tatuaje, traen el nerviosismo porque es un día especial. Al estar aquí todos los días se pierde un poco el respeto pero soy consciente de que la persona, desde que se levanta ese día, está pensando en que se va a hacer un tatuaje. Es algo especial, que lo va a marcar para toda la vida. Ya sea una palabra, el nombre de un familiar, un símbolo con una amiga, con la pareja… Hay que ser consciente de que es un día importante para el cliente. Desde que entra por la puerta intento que esa persona pierda los nervios. Creo que he conseguido la gente venga a este local sabiendo que tiene detrás un tatuador y una persona con la que puede empatizar y llevarse bien, que vamos a pasar un buen rato. Por experiencia propia, cuando yo me he tatuado, he llegado a sitios donde el trato es demasiado distante, donde el tamaño es este y si lo quieres cambiar es tanto más. Yo creo que se pueden hablar las cosas y a veces prefiero perder algo pero que la persona se vaya contenta y vuelva. Hago el diseño que quieran, lo modifico, si el tamaño no va bien, pues lo vuelvo a cambiar. Si no saben el lugar, vemos opciones y se lo pongo en mil sitios hasta que esa persona esté totalmente segura de lo que se va a hacer. Quiero que se quede con la sensación de que he hecho todo lo posible para que se vaya contento. Si luego en el futuro ya no le gusta o se pone el nombre del marido y se arrepiente… pues he borrado unos cuantos también.

 

¿Hay mucho arrepentido?

Sí, mucha gente joven viene a taparse tatuajes y también otros que se hicieron hace 20 años en malas condiciones. Rara es la semana que no tengo uno para tapar. Me quedan muy bien pero es muy complicado. Hay que adaptarse a lo que hay debajo y no queda igual. Yo soy muy honesto y siempre les digo que voy a poner todo el empeño pero que puede que con el tiempo algo se vea. Es imposible taparlo al cien por cien. Quiero que cuando se vaya por la puerta y que dentro de seis meses, cuando se vea algo, esa persona recuerde que le avisé. Yo me quedo más tranquilo porque vivimos en Ceuta, nos cruzamos todos los días por la calle y yo quiero seguir saludando a todo el mundo.

 

Ramón León (MonTattoo): "Los que nos dedicamos a esto, estamos expuestos a la opinión pública y a que nos juzguen"