La racionalización de la energía, la promoción y el uso de energías alternativas a los clásicos combustibles fósiles se han convertido en uno de los primeros puntos a tratar en cualquier cumbre nacional o internacional sobre el medio ambiente o el cambio climático.

Solo en el pasado 2018 la demanda global de energía aumentó un 2,9%. Esta cifra supone casi el doble de la tendencia que se manifestaba a lo largo de toda la década anterior, que rondaba el 1,7 %. Estos números dejan de manifiesto que es necesaria la educación en materia energética en la población global.

El aumento del gasto energético no solo se traduce un mayor gasto de combustible fósil, del cual dependen gran parte de los países de nuestro entorno, sino también en un importante incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos gases, de los que se destacan el dióxido de carbono y el metano, contribuyen notablemente al aumento de la temperatura planetaria media.

Aunque las energías renovables han demostrado ser eficientes, limpias y capaces de saciar nuestra demanda, el uso del carbón a nivel global ha aumentado. El carbón es un combustible con un precio no excesivo y que no requiere para su uso unas grandes o punteras instalaciones, y es por ello, que en los países en vía de desarrollo está siendo consumido en grandes cantidades.

¿Qué podemos hacer en casa para contribuir?

Desde nuestros hogares podemos ayudar a disminuir el gasto de energía y contribuir a disminuir el, ya más que aceptado, cambio climático.

Algunos de los consejos que pueden sernos de utilidad para bajar también el coste de la factura de la luz son: apagar o desconectar los cargadores cuando los dispositivos no estén en uso, comprar focos y bombillas LED y reemplazar los obsoletos halógenos y usar la energía solar como fuente de energía renovables en los edificios y comunidades de vecinos.