No solo descansamos, durante el sueño nuestro cerebro sigue trabajando activamente consolidando las memorias más importantes que durante el día hemos adquirido. Además, durante esas horas de sueño, los productos tóxicos que se generan por la actividad neuronal son eliminados. Entre todos esos elementos nocivos destaca el beta-amiloide, proteína relacionada con la enfermedad de Alzheimer.

En cuanto a la cantidad, se estima que unas ocho horas son las necesarias para conseguir los efectos beneficiosos del sueño. Estas horas se dividen en dos partes, fase REM y sueño no REM. En la primera, si estudiamos la actividad cerebral podemos observa como ésta es similar a la actividad presente durante la vigilia; mientras que en la fase no REM se produce el sueño profundo, típico de las primeras horas. Es en esta fase cuando  se produce la asimilación del aprendizaje, la consolidación de la memoria y la preparación del cerebro para resolver problemas. 

Dormir menos horas de lo recomendado no afecta solo a los procesos cognitivos y motores, sino que se ha podido comprobar que aquellos individuos que dormían menos horas de lo deseado perdían el apetito, pero paradójicamente, tendían a aumentar su peso. Y no queda ahí, nuestro cuerpo es una máquina perfectamente coordinada y la falta de sueño afecta a todos los sistemas y aparatos; contamos con un sistema de defensa frente a aquellas células que mutan y se tornan cancerígenas. Este sistema de defensa, las células NK, ven su población menguada en un 70% cuando la falta de sueño se hace presente.

Sin embargo, la mesura siempre debe estar presente y tampoco es recomendable dormir en exceso. Dormir más de ocho horas se ha relacionado con el riesgo de sufrir diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso puede llegar a envejecer al mismo cerebro a un ritmo más acelerado.

Estos requerimientos en el sueño se ven modificados a lo largo de la vida, así los bebés y niños de menor edad necesitan mayores horas de sueño, necesitan más horas.  Justificando esto encontramos que la hormona del crecimiento (GH) se secreta en mayores cantidades durante las horas de sueño y que, por otro lado, estos pequeños están en un constante aprendizaje del medio que les rodea, por lo que su cerebro debe procesar unas cantidades de información y de contenidos tan inmensurables,  que a lo largo de la vida nunca se repetirá. La distribución por sexos también es distinta, muchos estudios afirman que la mujer necesita más horas de sueño que el hombre, consecuencia de su mayor actividad cerebral.

El ritmo de vida tan frenético y tan volcado en la actividad laboral impide muchas veces que se duerman las horas necesarias y con la calidad adecuada. Desde la revolución industrial, los problemas asociados al sueño se han disparado y por ello, muchas universidades han desarrollado laboratorios del sueño para poder ayudar a quienes sufren desórdenes que afecten a esta dulce necesidad.